EEUU en la década de 1950 (4)
La situación económica de los afroamericanos
La prosperidad de la posguerra tenía un lado menos resplandeciente: dejaba fuera a una parte significativa de la gente. El 10% de la población padecía no sólo la pobreza y la marginación sino el racismo institucionalizado del Sur y la discriminación en el resto del país. Los afroamericanos, como otros grupos étnicos menos numerosos —hispanos, asiaticoamericanos, nativos americanos— parecían no haber sido invitados al banquete del cual disfrutaba el resto de la sociedad.
En 1959 más de la mitad de las familias negras vivía bajo la línea de la pobreza. A mediados de los años cincuenta, en cualquier ciudad del Sur, 90% de los hogares blancos tenían inodoro, pero sólo el 30% de los negros.
Si el suburbio era el escenario privilegiado de la nueva sociedad estadounidense, los afroamericanos estaban excluidos de él: la mayoría porque no podían costear la mudanza, los menos —que habían logrado conquistar la seguridad económica— porque muchos de estos flamantes desarrollos residenciales prohibían que se vendiera o rentara a quienes no pertenecieran “a la raza caucásica”. Las familias afroamericanas se quedaron entonces, en su mayoría, en los centros de ciudad que perdían población, recursos e infraestructura, o se mudaron a las masivas unidades urbanas de vivienda subsidiada.
Fuente: Erika Pani, Historia mínima de los Estados Unidos de América, El Colegio de México, 2016.
La situación política y civil: “separados pero iguales”
Constitucionalmente, desde 1867, los afroamericanos tenían derechos políticos. Pero los gobiernos del sur se habían encargado de hacer leyes que recortaran los derechos políticos y civiles, instalando la segregación.
Por ejemplo, se establecía que los ciudadanos que quisieran votar debían reunir una serie de requisitos: tenían que pagar un impuesto y también demostrar que contaban con dos años de residencia en el mismo lugar. Además se pedía no sólo saber leer sino comprender la Constitución para poder ejercer el derecho de voto. Pero por si algún afroamericano superaba todas estas pruebas, se exigió también la Cláusula del Abuelo: es decir que si alguien tenía un antepasado que podía votar en 1867 tenía derecho a votar, si no, y ese era el caso de todos los descendientes de esclavos, no podía votar.
Pero también se recortaron sus derechos civiles. Así los niños de origen afroamericano debían estudiar en escuelas propias y los negros no eran aceptados en las universidades estatales. Los afroamericanos tenían que habitar áreas determinadas de la ciudad. Estaban confinados en espacios propios en los transportes públicos y también en los lugares de ocio. Además el Tribunal Supremo legitimó la segregación estableciendo que la situación de separados de los afroamericanos y la población de origen europeo no significaba desigualdad. Por esta sentencia, conocida como “Separados pero iguales”, la segregación no podía ser legalmente cuestionada y pervivió en Estados Unidos hasta la década de 1970.
Fuente: Carmen de la Guardia, Historia de los Estados Unidos, Punto de vista editores, Madrid, 2013.
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