Consecuencias humanas de la SGM
La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) marcó un punto de inflexión en la historia por su escala de destrucción y sufrimiento humano. Con un saldo de aproximadamente 60 millones de víctimas mortales –cinco veces más que la Primera Guerra Mundial– y 50 millones de desplazados, el conflicto dejó cicatrices imborrables en todo el mundo.
Las mayores pérdidas humanas se concentraron en la Unión Soviética (25 millones de muertos) y Polonia (22% de su población exterminada), donde los civiles superaron en número a los caídos en combate. El Holocausto, planificado metódicamente por el régimen nazi, acabó con la vida de seis millones de judíos, además de millones de gitanos, discapacitados y opositores políticos.
La guerra también rompió los roles tradicionales de género: casi un millón de mujeres sirvieron en el Ejército Rojo, mientras que niños y ancianos fueron víctimas de trabajos forzados y ejecuciones masivas. La solución final nazi, implementada tras la Conferencia de Wannsee (1942), convirtió campos como Auschwitz y Treblinka en fábricas de muerte industrializadas.
Al terminar la guerra, Europa era un continente en ruinas. En 1946, más de 100 millones de personas subsistían con raciones de hambre, y 25 millones de desplazados –entre ellos sobrevivientes de campos de concentración y refugiados– vagaban sin hogar. Alemania, dividida y ocupada, enfrentó una crisis humanitaria con millones viviendo en la miseria extrema.
El conflicto no solo diezmó una generación, sino que reconfiguró el orden mundial, sentando las bases de la Guerra Fría y obligando a los países a repensar sus políticas migratorias y de reconstrucción. Su legado sigue siendo una advertencia sobre los horrores del extremismo y la guerra total.
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